La pandemia y el ciberacoso | Por: Angela Yaoli Pérez Osorio

Adaptarse a la pandemia no fue fácil, tener que observar el mundo desde una computadora, tener miedo de salir a la calle y contagiar a los que amas. Pero lo mejor que me pasó en este confinamiento fue poder conectar conmigo mismo y pensar en el tipo de persona que quiero ser, observar a detalle mis sueños y comenzar a planear cómo cumplirlos. Conocer la parte de mí que nunca se sintió parte de un sistema binario y cerrado, comenzar a informarme de todos los tipos de personas que existen y poder conocerles a detalle con tan solo un “click”.

Las realidades ajenas nunca habían estado tan expuestas, entrar a las redes sociales y encontrar distintas luchas, incluso sentirte parte de algunas. Al estar más conectados con la tecnología podemos aprender más sobre lo que pasan otrxs, incluso identificarnos con ellxs. Lo más complicado es cuando llegan a personas que no lo comprenden o que lo rechazan, personas que se sienten con el poder de invalidar otras y que no saben salir de su burbuja.

Las clases virtuales también se pueden convertir en un lugar discriminatorio, desde no respetar los pronombres de alguien hasta difundir discursos de odio. El ciberbullying se vuelve más común cada día, la pantalla se convirtió en una máscara para los acosadores y las víctimas solo se quedan atrapadas sintiendo miedo o impotencia. La pandemia hizo que nos diéramos cuenta que incluso las palabras pueden herir más que un golpe, que un simple comentario puede llegar a arruinarle el día a una persona.

¿La alternativa? Dejemos de invalidar a los demás, comencemos a difundir información sobre los que son más invisibles a los ojos de otrxs. Comencemos a escuchar a los que tienen algo que decir y aprendamos a quedarnos callados cuando nuestra opinión no es bien recibida. Dejemos de justificar agresores y comencemos a levantar a las víctimas, para que cuando volvamos a vernos las caras podamos convivir en armonía.